
¿Nuestras capacidades físicas y cognitivas están limitadas al género o al sexo? ¿Existen profesiones para hombres o para mujeres? La infinitud de posibilidades que existen para que algo suceda es lo que da lugar a la ciencia. Esas mismas posibilidades son las que existen para que una mujer o un hombre puedan generar ciencia de valor.
“La brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas […] persiste desde hace años en todo el mundo. A pesar de que la participación de las mujeres en las carreras de grado superior ha aumentado enormemente, están todavía insuficientemente representadas en estos campos” (Naciones Unidas, 2018).
En algunas estadísticas presentada por el Sistema Nacional de Investigadores (SIN) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), se observa que, en los últimos años, el porcentaje de mexicanas que ha estudiado carreras científicas ha aumentado un 13%, sin embargo, sólo el 30% de ellas ha accedido a becas de posgrado, plazas de trabajo o membresías a algún comité o asociación. Según el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) entre el año 2000 y 2015 se otorgaron sólo 122 patentes a mujeres y más de 1,400 a hombres. Y frente a estos números, no queda más que cuestionar ¿cuántas de estas mujeres tienen cargos directivos en universidades o institutos de investigación? ¿Cuántas presiden de sociedades científicas o dependencias estratégicas del Estado?
En México el tema de las mujeres en la sustentabilidad y el medio ambiente, no funge como tema prioritario en la agenda gubernamental. Las condiciones socioculturales, económicas y de género que cada de ellas una experimenta en su cotidianidad, han derivado en acceso restringido a la educación y formación profesional en campos como la sustentabilidad, la innovación y la tecnología.
“Las diferencias por género en el acceso y control sobre el conocimiento, tiene importantes implicaciones en lo que se refiere a los incentivos y las oportunidades para realizar un manejo ambiental sustentable, y por ende para la construcción de procesos sociales de sustentabilidad” (INMUJERES, 2008).
Pese a este contexto, en la actualidad, se han hecho tangibles múltiples esfuerzos de pequeños grupos organizados de microempresas y organizaciones de la sociedad civil, que pretenden reivindicar la concepción del desarrollo sustentable[1], a partir de una visión que incluya y dote de herramientas a las mujeres que se han comprometido en la búsqueda de un mundo mejor, en términos socio ambientales.